jueves, 12 de julio de 2018

Pequeña Mantu

PEQUEÑA MANTU...
No imagino como pasas estos días en los que el calor pasa la barrera de los 50°. No puedo, ni tan siquiera hacerme una idea, como tu madre , (mi hermana) afronta sus últimos días de embarazo antes de que nazca esa personita que te hará hermana mayor. La recta final del embarazo, las condiciones infrahumanas en las que vive tu pueblo y el calor sofocante del desierto.
No es justo. No es justo que, por culpa de la política e intereses de unos cuantos, con los que nada comparto, no puedas crecer libre, junto a tus hermanos, tus padres y demás familia. No es justo que siendo tan pequeña, tengas que sobrevivir entre jaimas de lona, casas de adobe y el enfurecido siroco. No es justo, que hayas nacido refugiada.
Pérdoname, pequeña Mantu, porque me siento culpable de no poder darte la infancia que todo niño merece, por no poder sacarte de allí, por no poder darte ese soplo de aire fresco, tan necesario en estos momentos. Si supieras, pequeña Mantu, cuánto os pienso cuando oigo a la gente quejarse del "tremendo calor" que hace aquí... ¿Qué sabrán ellos de calor? Si nunca han tenido que soportar las altísimas temperaturas que tu menudo cuerpecito está soportando estos días.
Ojalá pudiera volverme brisa fresca y aliviaros de ese infierno, buchito de agua fresca, para calmar vuestra sed, árbol grande y fuerte para daros buena sombra, y mar... ese mar vuestro que os espera. Nada me gustaría más, pequeña Mantu, que verte en él jugando con las olas sin parar de sonreír.

jueves, 23 de febrero de 2017

Mi nombre es Galia

Mi nombre es Galia. Desde que nací vivo en los campamentos de refugiados saharauis. Aquí pasé mi infancia, junto a mis hermanas, mis padres y mi abuela... Aquí crecí, me casé y tuve dos preciosos soles; una niña y un niño, porque aunque digan que en el desierto no nacen las flores, nacen personas maravillosas, que con sólo una sonrisa, dan más luz que éste sol bajo el que vivimos. Ese sol que a veces nos hace la vida difícil, aún más... ¡Cómo si no tuviésemos bastante con vivir exiliados en ese pedazo de tierra prestada llamado el desierto de los desiertos! Ese sol que nos persigue en los días más calurosos y que apenas nos da tregua, en esos días que hasta las sombras se esconden.
Tuve la suerte de viajar a España durante algunos veranos, y así poder conocer otro mundo más allá del adobe, las dunas y la lona de las jaimas. Como yo, otros muchos niños, esperaban cada verano para volver a ese "mundo mejor"... y nada ha cambiado, excepto las dunas. Nada ha pasado, excepto el paso del tiempo.
Hoy, veo a mis hijos crecer en el mismo lugar donde yo nací y crecí y es muy amargo. Amargo porque tal vez ellos también tengan que esperar a cumplir una edad y a que llegue el verano para ver ese "mundo diferente", porque ellos, como yo,  nacieron siendo refugiados. ¿Por qué ellos no pueden tener una infancia como la de cualquier niño? ¿Qué culpa tienen ellos? ¿Por qué tienen que aguantar este calor sobrehumano o la fuerza imperativa del siroco?
Mientras tanto, como mujer y madre saharaui que soy, lucho por darle lo mejor, a pesar de la dureza del desierto. Porque podemos tener muchas carencias, pero jamás les faltará lo que a mi nunca me faltó: una familia que los ama y el cariño sin medida. Nunca pierdo la esperanza de verlos crecer en un Sáhara Libre... en nuestro Sáhara. Nunca pierdo la esperanza de una pronta solución a este conflicto que lleva más de 40 años enquistado.
Mi nombre es Galia y, a pesar de todo, nunca pierdo la sonrisa. Me llamo Galia y soy mujer y madre saharaui.

sábado, 15 de octubre de 2016

Las mejores cosas de la vida no son cosas.

Un beso. Una mirada. Una sonrisa, tu sonrisa al despertar. Un aroma ligado a un recuerdo, a una persona, a un momento. Un paseo. Un sonido, una canción. Una fecha, un lugar, una hora. Una conversación a altas horas de la madrugada. Una llamada de teléfono. Una visita inesperada. Un abrazo. Una tarde de risas rodeada de esas personas tan especiales. Una noche de peli y sofá con ese alguien.
Un sueño cumplido. Una meta a la que llegar. Esas mariposas revoloteando en tu estómago. Esos pensamientos que hacen que se te escape una sonrisa. El primer amor. 
Una carcajada. Una mirada a escondidas. Una caricia acompañada de un suspiro. Un predictor con dos rayas. Esos kilitos de más cuando estás esperando. Una patadita. Ese momento en que sabes que algo bueno se acerca. La familia. Un viaje en buena compañía. Un encuentro casual, un reencuentro. Un sentimiento. Una lágrima de felicidad. Una presencia, tu presencia, vuestra presencia. Un mensaje Una voz. La lluvia tras un cristal, una tarde de sofá y manta... Y mil cosas más.
Y es que las mejores cosas de la vida surgen de repente, sin avisar, sin planificar, sin darte cuenta, de forma espontánea, fácil, natural, rápida. Fluyen y se desarrollan como si llevasen años haciéndolo. A veces las entendemos como sin sentidos, locuras ¿por qué será? Llegan de repente, sin previo aviso, y no las controlas, están fueran de nuestro alcance y control, ¿realidad o ficción? ¿Locura o experiencia? ¿Nos arriesgamos, probamos y nos dejamos llevar o nos quedamos en nuestro mismo sitio de siempre?

lunes, 26 de septiembre de 2016

A otra cosa, mariposa.

Existen personas tan tóxicas,  que pueden llegar a envenenarse con su propia saliva... Gente a la que le es imposible digerir la felicidad de los demás y estas personas, están tan ocupadas intentando romper esa felicidad y dedican tanto tiempo a ello, que se les olvida algo de primera necesidad para vivir: buscar su propia felicidad.
Personas dañinas, las cuales, tienen marcado como meta hundir a todo aquel que le rodea, para sentirse más arriba, porque les es imposible salir a flote de su propio lodo sin ir pisando cabezas.
Gente muy podrida por dentro, carcomida por el virus de la envidia, tanto, que es incapaz de querer a quienes darían todo por ella, encharcándose por dentro con la más vil y desagradable de las ponzoñas.
El problema, está en que es tan ciego su deseo de hacer el mal, que se olvidan de que no daña quien quiere, sino quien puede, y que hay paredes hechas a prueba de bombas, paredes que tienen buenos cimientos y no importa lo que les caiga encima... Paredes realizadas con material repelente, capaz de repeler todo ese aluvión de dardos envenenados y sinsentidos que vierten, o mejor dicho, que intentan verter sobre ellas.
Y dan lástima, pena... Porque lo único que muestran con sus actos es el descontento que tienen con su vida, la cual hacen creer perfecta y divina, pero que en el fondo, es la amargura quien realmente vive con ellos dia a dia. Y no se dan cuenta, no se darán nunca, que a cada cual le ha tocado vivir lo que le ha tocado, y que quien ayer estaba arriba, hoy puede estar muy abajo, y viceversa. Gente pobre, que ocupa su tiempo en idear artimañas para intentar no dejar vivir a quien sonría a su alrededor. Qué difícil tiene que ser estar día a día ideando la manera de pisotear, destruir e intentar contagiar su tremenda amargura a los demás, con lo fácil que es sonreír y alegrarse de todo lo bueno que pueda pasar a su alrededor.
Pues a estas personas, lo único que se les puede brindar es el camino para que vuelvan por donde vinieron, para que se alejen, porque por no merecer, esta "raza" de gente no merece ni la pena.
Con lo complicada, pero bonita que es la vida, y nosotros empeñándonos en hacerla aún más difícil. Cada cual que aguante su vela, para bien o para mal. A mi me gusta mi vela, me encanta mi vela y a quien no... ¡Hasta luego!
P.D: Mantenerse demasiado ocioso, puede perjudicar seriamente la salud.
¡Hala, a otra cosa, mariposa!