domingo, 26 de octubre de 2014

¿Qué será?

¿Qué será de mis ojos si nunca te vuelven a mirar? Sin ese reflejo tuyo grabado a fuego en mi retina. ¿Qué será de ellos?
¿Qué será de mis labios si nunca más te vuelven a besar? Sin el roce de tus labios, quedarán condenados a la más amarga sed, sin volver a sentir la miel de tus besos... Sí,  esos mismo besos que me hacían abandonarme a ese universo que nosotros mismos creamos. ¿Qué fue de ese universo? ¿Dónde quedaron todas esas estrellas que se encendían con sólo rozarnos?
¿Qué será de mis manos si nunca más pueden acariciarte? Esas caricias que hacían erizar mi piel, esa magia que nacía cuando tu piel y mi piel se tocaban, cuando nuestras manos se entrelazaban... Tus caricias... Mis caricias... Sólo nuestras.
¿Qué será de mi pecho si nunca más vuelvo a sentir tus abrazos? Sí, esos que me hacían sentir protegida, arropada. Abrazos tan de verdad, donde tus brazos eran mi refugio, el único lugar donde quería quedarme por siempre.
¿Qué será de ese silencio roto por nuestras respiraciones Aceleradas? Donde la música de fondo era el latir de nuestros corazones y nuestras miradas eran las palabras que decían tanto...
¿Qué será de mi si nunca más nuestros caminos vuelven a cruzarse? ¿Qué será de mi si no te vuelvo a ver?


domingo, 19 de octubre de 2014

La Soledad...

Hay momentos en los que verdaderamente echas en falta el calor de ese abrazo que te diga que todo pasará pronto, echas en falta a ese alguien que te diga que estará a tu lado pase lo que pase, que daría su vida por ti, que estará siempre en las buenas y en las malas... Y entonces te das cuenta de que te falta alguien aunque estés rodeada de gente: alguien con quien compartir secretos, felicidad y tristeza, domingos de sofá y película, besos y caricias o simplemente, compartir eso, momentos.
Pero no hay nadie, y lo echas de menos, y ese abrazo nunca llega. Y el tiempo pasa, y los años y cada día que pasa es igual a otro. Y así. Y tú no llegas.
Y es cuando unes todas las piezas del puzzle y se unen todas las letras. Letras que forman una palabra que aterroriza, que tal vez te acostumbres a vivir con ella, pero que de vez en cuando se hace notar en tu vida e intentas convencerte que jamás se irá, que nunca nadie caminará de la mano contigo por este camino, a veces de rosas, a veces de espinas. Y esa palabra retumba en la cabeza en dias cómo hoy, cuando, no necesitas un abrazo cualquiera, sino que necesitas "ese abrazo". Y te das cuenta que tu única compañía es esa palabra, es la soledad. Soledad. Esa que afixia, la que te hace derramar lágrimas preguntándote hasta cuándo se quedará a tu lado, que te aprieta el pecho, la que sólo gusta cuando la necesitamos. Soledad. Esa que duele cuando te acompaña y te alegra cuando se marcha.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Y... ¿para qué?

Y dándole vueltas a la cabeza, de repente aparece una pregunta que lleva todo el día rondándome el pensamiento. ¿Hasta qué punto una persona debe renunciar, total o parcialmente, a cualquier cosa que le guste o le provoque felicidad, sólo por complacer a las personas que te rodean?  ¿Por qué nos aferramos más a la idea de querer tener contentos a los demás quede preocuparnos por nuestra nuestra felicidad? Tal vez sea cuestión de condición humana, tal vez quisiéramos ser un poco egoístas y mirarnos más el ombligo en vez de preocuparnos si hacemos mal o bien sólo porque pensamos diferente o tenemos gustos distintos. Que difícil... Tener que negar hasta tus propios sentimientos, tener que ocultar que te mueres por algo pero que por "no defraudar",  decides mantenerlo callado.
Y resulta que no, que no estas haciendo nada malo aunque así pienses porque te lo hayan hecho creer.
¿Quién decide lo que está bien o está mal? Es más, ¿quien sabe lo que está bien o está mal? ¿Cuál es la vara de medir? Pero sólo quien está en esa posición sabe lo insoportable de la situación. Tener que estar constantemente más pendiente de los demás que de ti mismo. Y te encuentras entre la espada y la pared. Complaciendo a los demás pero jodiéndote la vida. ¿Y luego para qué? Porque nada está valorado, y tú sigues jodida.

sábado, 4 de octubre de 2014

Y cuanto más...

Tonta, tonta y más tonta si cabe... Aquí estoy, rompiendo una vez más mi promesa de no volver a escribir sobre ti.
Y aunque no sé porqué, me cabreo conmigo misma, por cualquier tontería me enfado y cuanto más me enfado más ganas me entran de verte, y cuanto más ganas de verte tengo más te echo de menos, y cuanto más te echo de menos más te necesito, y cuanto más te necesito mayores son las ganas de estar junto a ti, un segundo,  un minuto o tal vez lo que dure un parpadeo... Cualquiera de las fracciones de tiempo me sirve si es para tenerte a mi lado.
Sí, lo admito, no puedo evitar esos enfados cuando en realidad ni debo, ni  tampoco tengo motivos para que este mal humor me haga estar dando vueltas en la cama cuando son las 2.44 de la madrugada. 
Pero, ¿qué hago? Si es mi corazón que empieza a latir como loco... Si esos celos que jamás antes sentí junto a alguien hacen que me hierva la sangre...
Y es entonces cuando odio con todas mis fuerzas el tener tanta imaginación... No, no lo soporto. ¿Por qué todos estos celos? ¿Por qué este insomnio que no me deja en paz? ¿Por qué estás ganas de verte? ¿Por qué contigo? ¿Por qué tú? Lo sé... Lo sabes... Y cuanto más lejos más te pienso, y cuanto más  te pienso, más cerca te quiero.