Anoche, mientras esperaba el tren para volver a casa, me di cuenta que la vida tiene cierta similitud con una estación de tren.
Pasan muchos trenes delante de ti, algunos paran, otros no. Tú los miras y ellos continúan su camino, y tú decides a cual subir, pero tú estás esperando que llegue el correcto, el que te lleve a donde tú quieres ir, el que tú sabes que es mejor y más seguro.
Pero, ¿quién no se ha equivocado alguna vez y ha tomado un tren que no era el suyo? Entonces al final pasa que de ese tren tienes bajar, porque sabes que no te llevará a tu destino. Aunque la compañía sea agradable, sabes que podrías acabar en un lugar perdida, sin ese tren del que has bajado y sin saber donde ir. No, ese no era tu tren ni este tu destino.
También pasa que a veces, para llegar a tu destino, tienes que hacer un cambio de tren, bajar de uno, y esperar, a veces mucho, y a veces muy poco tiempo para que llegue otro en el que decides montarte. Y aunque el viaje sea corto, te relajas y disfrutas de él porque sabes que te llevará a tu destino, porque vas segura aunque un par de parada más adelante tengas que bajar porque el tren ha llegado a tu destino. A su destino. A la última parada.
Otros, sin embargo, paran y te sientes tentada de cogerlo. ¿Por qué no? Quizás es tren no me lleve a mi destino, pero tal vez su destino sea mejor que el mio. Tal vez me guste el viaje. Y arriesgas. Y subes. Y al principio no sabes donde vas, (ya te equivocaste una vez) y tienes miedo. Respiras hondo, cierras los ojos y lo que, en principio pueda parecer una locura, puede convertirse en el mejor viaje de tu vida.
Y sí, confirmado, los trenes pasan más de una vez. Mientras tú esperas el tuyo, el que sabes de verdad que es el que quieres coger. Espera, ese tren pasará de nuevo, más tarde, pero pasará. Hasta que tú decidas montarte. Pero no te quedes mirando trenes pasar, ni tengas miedo a subir. Supongo que a nadie le gusta quedarse esperando eternamente. Así que decide y sube al tren que tú elijas.