domingo, 2 de agosto de 2015

Antes y ahora

Cuando son las 18.30 de la tarde y en el jardín hace un calor asfixiante, decido tumbarme en la cama y, simplemente, clavar la mirada en el blanco techo de mi habitación.
De repente, empiezan a invadirme preguntas que, no tengo la necesidad imperiosa de contestar, pero que si me gusta remolonear y acomodarme, como si de un suave lecho de algodón se tratase, en esas respuestas que ya sé, pero que me encanta sacar a relucir de vez en cuando.
Y entonces reflexiono sobre mi "antes" y mi "ahora"...
¿Cómo es posible que antes mirara al futuro con con mil dudas, incluso con temor, mientras ahora tengo la ilusión de un mañana, de realizarme plenamente, de ser yo y lo que quiero ser?
Y es que ahora, realmente soy yo, si, puedo decir que soy yo, sin miedos, sin tabúes, con la cabeza alta y la sonrisa bien puesta. Porque hoy, recibo tanto como doy (y no es poco), porque sé y me hacen ver el valor que tengo, porque tengo a mi lado alguien que cree en mi y a la que le debo y dedico cada sonrisa, cada suspiro, cada ilusión...
Y es en este preciso y precioso momento cuando me doy cuenta que mirar atrás es bueno, para querer aun más y creer en lo que tengo.
Antes y ahora... Negro y blanco... Noche y día... Así lo defino, porque mi "yo" de ahora nada tiene que ver con aquella que temía al mañana. Porque nada es comparable a lo que fue. Ya mis ojos no brillan por el amago de un llanto, sino por todo lo que me provoca saber que hoy SI SOY. Y es que donde ayer hubo lágrima, hoy florecen sonrisas.