domingo, 28 de septiembre de 2014

Con las ganas...

Siempre me quedo con ganas de decir algo más.  No sé si será esta lluvia la que me pone así de sensible... Probablemente. Pero lo cierto,  y es que ahora pensando me he dado cuenta,  es que siempre me queda algo por decir, y ese algo que,  en su momento no tiene el valor necesario para salir de mi boca, se me queda hecho una maraña de palabras en la garganta, casi siempre, acompañada de un nudo de sentimientos imposibles. Y yo me pregunto: ¿Llegará ese momento en que, eso que se me queda atravesado y que a veces no me deja casi ni respirar, pueda cruzar el umbral de mis labios con total libertad? ¿Podrá algún día deshacerse ese nudo de sentimientos que no permiten que las palabras fluyan?
Y es que, cuando pienso en lo que no he dicho, una punzada de dolor, se deja notar en mi pecho. Como empujándome a hacerlo en cualquier momento, como diciéndome que debo hacerlo. Para mi, no hay nada más cierto que ésto: "eres dueño de lo que dices y esclavo de lo que callas" ¡y tan esclavo! A veces aquello que no decimos, bien por la falta de valor, por miedo a no ser correspondidos o simplemente para no forzar una situación que crees tener controlada, suele doler más que aquello que dejamos salir. Hablamos horas y horas de mil cosas sin importancia pero callamos lo verdaderamente importante. Lo sé, yo también lo hago. Porque, sinceramente, siempre que hablamos me quedo con ganas de decirTE algo..

viernes, 26 de septiembre de 2014

Monotonía, por llamarlo de algún modo

Y así. Y pasa un día, y otro, y otro y el siguiente será igual que todos los anteriores. Y sé que mañana será igual a hoy y que hoy es exactamente igual a ayer. Nada cambia. Y eso me agobia. Vivir en un reloj de espiral donde que el tiempo no pasa...
Quisiera hacer algo más. Algo de lo que pudiera sentirme orgullosa, que me hiciera sentir bien. Como antes. Como nunca. Pero cada hora que pasa es igual a la anterior, y así,  igual los días. Nada que cambie este hastío, esta apatía, estas pocas ganas, a veces, de todo. Y pienso que jamás podré realizarme, que nunca seré quien quiero ser, ni haré las cosas que me gustan hacer... Ni seré yo misma. ¿Hasta cuándo? Pienso que jamás me llegará esa oportunidad de librarme de las ataduras del tiempo, que pasa tan despacio que a veces, dudo hasta que pase.
Y las horas se detienen y nunca pasa nada. ¿Dónde quedó mi ilusión? ¿Por qué esta desgana? ¿Será que me abandoné al disfraz con el voy viviendo hace ya algunos años? Y entonces llega ese punto de cansancio extremo, y siento que algo no va bien, que necesito vivir sin mirar a un lado y a otro para ver a quien le molesta, que mis miedos pueden más que mis ganas. Y me siento inútil, incompleta y vacía. Que necesito cortar los hilos de mi vida y coger el timón con fuerza, hacer algo que realmente me llene, con lo que pueda reír de satisfacción y pueda decir: "Lo hice".  Vivir mi propio estilo de vida, reír salir, viajar, besar, querer, decidir, enamorarme sin que la conciencia me diga que hay algo que estoy haciendo algo mal. Acabar de un plumazo con esta monotonía que todo lo vuelve gris. Dejar de hacerme la estúpida pregunta de: ¿por qué los demás si y yo no? O de cuestionarme si lo que verdaderamente me gusta es bueno o malo, si gustará o no. ¡Simplemente quiero vivir! A mi ritmo, a mi estilo, con mis errores y mis logros, con mis responsabilidades, con ganas,  sin miedos, sin ser cuestionada ni coartada... ¡Ser yo! Porque realmente lo necesito. Este espiral de tristeza en el que me encuentro no me gusta. Necesito dejar de soñar momentos y empezar a vivirlos. Poder vivirlos porque sé, que serán lo que más feliz me hagan. Y mientras tanto he de seguir fingiendo una sonrisa de "todo va bien así". No no y no. Hay algo que falla. Hay algo que duele. Y algo que cansa. Agota. Casi que anula.
Y hoy será un día largo. Casi tanto como mañana...  y pasado... y quizás, como el siguiente.  Maldita monotonía que tan bien te has acomodado.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Aisa: Una mirada de esperanza.

Estos son los ojos de una mujer luchadora. Es la mirada de una juventud que vive anclada en la hammada argelina. Ella, Aisa, madre de un niño y una niña, luchará día a día para que nada les falte a sus pequeños.
Un día, ella también fue niña y participó en el programa Vacaciones en Paz y yo, tuve la suerte de compartir con ella dos veranos maravillosos. Ella vino España desde el más inhóspito de los lugares existentes en la faz de la tierra. Vivía rodeada de jaimas de lona y casas de adobe, sin nada más allá de las dunas. Ella nació refugiada saharaui.
Hoy, 13 años después de que pasáramos nuestro primer verano juntas, Aisa, como nosotros la llamamos, Elaiza, realmente se llama, sigue teniendo vida de refugiada. Quizás, un día, su única preocupación fue correr por las dunas junto a sus dos hermanas, Galia, con la cual tuve el placer de vivir otro verano maravilloso, y Fatuma, su hermana pequeña. Hoy, Aisa, es toda una mujer, madre de familia y su preocupación ahora son sus dos soles.
La miro y, a pesar de ver como la dureza del desierto hace mella en ella, sus ojos me dicen que es fuerte y que nada podrá con ella. Aun sigue guardando esa fuerza y ese genio y a la vez esa ternura que la caracteriza.
Esos ojos, que dicen que la vids de un refugiado no es fácil y que ya son demasiados años viviendo esa injusticia. Esos ojos que piden la libertad de su pueblo y que mantienen la esperanza de ver crecer a sus pequeños en un Sáhara libre.
Tal vez, sus hijos también participen en dicho programa, o tal vez jamás salgan de ese lugar llamado "el desierto de los desiertos". Y como ella, miles de jóvenes esperan una solución a este conflicto que ya se alarga más de la cuenta. Ella, como cualquier madre del mundo, quiere lo mejor para sus hijos, una vivienda digna, y una vida lejos de la dureza del desierto.
Madre, joven, saharaui, fuerte y luchadora. Ella. Mi niña, ahora mujer. Mi hermana. Ella... Aisa.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Podría, pero no.

Podría hablaros de lo que se siente en el pecho cuando te sonríe, o te dice cualquier tontería de esas que os hace estallar en mil carcajadas. Y podría contaros qué se siente al tener sobre tus labios unos labios como los de él. Podría hablaros de su pelo negro, de esa sonrisa que parece que haya estado creada a la perfección. Incluso podría contaros la sensación de bienestar que puede darte su olor, o el sentir sus brazos alrededor de tu cuerpo, abrazándote. Podría contaros mil cosas sobre él, sobre sus gustos o sus manías.
Podría hablaros de las veces que he cerrado los ojos y he deseado volver a un punto del pasado para evitar que aquel día todo fuera mal y acabara. Si hubiera sabido todo lo que hoy sé, mis caminos habrían sido diferentes aquel día. Podría contaros sobre todas esas veces que me he aguantado un beso, una palabra de apoyo, un abrazo, un "pase lo que pase aquí estaré. Siempre". Podría hablaros de lo mucho que le he echado de menos en días señalados (tengo demasiada buena memoria), y también en días normales, sin nada de especial. Podría deciros que sentí que le conocía de toda la vida cuando me apartaba el pelo de la cara y me besaba el cuello. Podría contaros que todavía guardo las fotos en el ordenador, y que a veces las miro, cuando quiero recordar momentos que consuelen mi presente. Como si ahora hubiera que conformarse con mirar de lejos a un pasado. Podría hablaros de las veces que oí esa canción que tantas veces oímos juntos, esa tan especial, analizando letra a letra, cada palabra, toda la canción. Buscando todas las respuestas a mis porqué. Podría contaros cuantas veces me tragué las ganas de gritarle al mundo que porqué las cosas no podían ser más sencillas.
Pero lo cierto es que estoy segura de que ya no soy uno de sus pensamientos más destacados. Que ya no soy esa chica con la que deseaba hablar por las noches al llegar a casa y a cada ratito que tenia libre. Podría contaros lo mucho que he sentido esa magia cuando nos mirábamos a los ojos, porque eso era pura magia. Podría hablaros de los sueños que construimos, de los miedos que los dos tuvimos.
Pero una historia tan bonita no se puede contar.
Mis palabras no harían justicia a todos esos momentos mágicos.
Daría tanto por que él regresara...tanto. O por saber si él también echa de menos mis sonrisas a tres centímetros de sus labios. O el calor de mis palabras. Me encantaría por un segundo olvidarnos del pasado, y el futuro. Incluso del propio presente. Abrazarle y que se detuviera el tiempo, y sus labios volvieran a encontrar refugio en los míos. Me encantaría poder estar ahí todos los días, sin excusas por las que abrazarle ni caricias que retener. Me encantaría besarle porque sí, sin más motivo. Me encantaría poder poner esa canción sin sentir que solo somos pasado. Me conformaría con despedirme de él en cualquier lugar del mundo con un beso de esos que susurran sin palabras un: 'Venga, ya el último, que tengo que irme...' Sabiendo que habrá otro después, y otro e irnos riendo cuando acaben los besos y tuviéramos que despedirnos de verdad. Me daría igual el ritmo que llevaran las cosas ahora, lo último que tengo es prisa. Saborearía cada segundo a su lado, como si estuviéramos en el verano más caluroso y todos esos momentos fueran un helado enorme.
Os podría hablar de las mil locuras que haríamos juntos, pero os estaría hablando en vano, ya que él no va a volver. Y ese nosotros puede que ya no esté.
Podría hablar de lo mágicas que suenan las palabras en sus labios, o de la simple corriente de su mirada que te arrastra hasta llevarte a la locura, que te atrapa, que te hipnotiza.
Podría contaros mil cosas de él... pero mis palabras no harían justicia a la sensación mágica de tenerlo en frente de ti y te sonría. Así que mejor hoy, no os hablaré de él. 


viernes, 12 de septiembre de 2014

Por segunda vez...

De repente, se me viene a la mente aquel día que decidí no volver a escribir más sobre ti. Palabras incumplidas. Hoy, algunos meses después, vuelvo a proponerme el mismo reto. Esta vez no me faltará la fuerza de voluntad, lo sé, estoy convencida de ello aunque quizás, pasado un tiempo, mis palabras vuelvan a quebrarse como el frágil cristal. Juro poner todo mi empeño.
No más días a la espera de un saludo, no más hilos manejando mis estados de ánimo. Quiero ser yo...
A veces, el hecho de sentir que todo marcha medianamente bien, es solo una sensación temporal, es vivir con una sonrisa entre una ilusión y otra por tu parte. Y todo lo que antes dolía, con el tiempo se va convirtiendo en un escozor demasiado constante, puede ser, pero sin esas punzadas que me hacían querer bajarme del mundo.
Nada dura eternamente, ni lo bueno ni lo malo y aunque todo este tiempo sin verte me haya parecido una eternidad, cada día que pasa es un mini pasito con el que voy avanzando. No quiero volver a sentirme una simple distracción de nadie,  ya tuve tiempo de aprender, aunque hay algo aún que me impide dejar de pensar en ti. Pero ya es hora de que empiece a valorarme... Y no quiere decir eso que niegue mis sentimientos, es el mayor acto de hipocresía que cualquier persona puede cometer, el intentar ocultar lo que uno siente. Me volví incrédula, desconfiada,  pero sobre todo reticente a abrirme a conocer a alguien. Y el tiempo pasa... Y no quiero seguir estancada en algo que, al parecer, sólo veo yo.
Quiero llorar de felicidad y poder sonreír en la tristeza... ¡Ser yo! Y sobre todo, aprender a vivir con lo que conlleva el quererte sin tenerte, que no es nada fácil... No creer en las palabras, sino en las miradas... Tratarte cómo yo soy tratada,  como uno mas... No tener que esperarte...
Tal vez, tenga que tragarme mis propias palabras, tal vez escriba sobre papel mojado (probablemente así sea), y sé que no es ni será fácil lograrlo,  pero, a pesar de todo, quiero intentarlo de nuevo.


miércoles, 10 de septiembre de 2014

De madrugada

Y eran las 2.30 de la madrugada cuando llegué a la conclusión de que pensar tanto no es bueno. Darle mil y una vueltas a las cosas que no tienen solución y que jamás cambiarán, sólo te llevan a sentirte peor, a sentirte  culpable de cosas de las que verdaderamente no tienes la culpa... ¿o quizás si? Si. Tal vez si. Quizás en parte seamos culpables de que algunas de esas cosas sigan provocando escozor. ¿Masoquismo tal vez? Y algo que me pregunto de vez en cuando es, ¿por qué esas cositas que te "pinchan" reaparecen con más fuerza en la madrugada? Afirmo. La noche está llena de recuerdos, como también lo está de cosas que no deberían doler pero que te martillean la cabeza una y otra vez. Si, de madrugada el mundo parece girar demasiado deprisa... Y das trescientas vueltas en la cama buscando respuestas que no te llevan a ninguna parte.
Y antes de disponerte a dormir, cuando tu cabeza está cansada de dar vueltas, y ya empiezas a sentir esa presión en el pecho y las lágrimas ya están sostenidas solamente por las pestañas inferiores, te intentas autoconvencer que nada va a cambiar por mucho empeño que tú pongas, que nadie va a dar nada por ti, aunque tú estés dispuesta a entregar tu alma. Porque sabes que lo harías todas las veces que fuese necesario.
Y entonces caes en la cuenta que te sientes como si fueras un libro en una estantería que sólo es leído cuando de repente llegan las ganas de recordar la historia escrita o, y aquí es ya cuando sientes como se te quiebra el alma, cuando no se tiene a mano mejores libros que leer.
Y vuelves a culparte por permitir que eso sea de esta manera. Y te repites una y otra vez que nada va a cambiar jamás, que ya solo eres ese libro que ocupa un lugar en la polvorienta estantería, un libro pasado de moda, un libro más... Pero, ¿cómo se le explica eso al corazón?
Intentas dormir y la madrugada estira cada minuto cómo si fueran horas. Esas noches así parecen no acabar nunca...

domingo, 7 de septiembre de 2014

730 días...

Se dice que es el tiempo el que se encarga de poner cada cosa en su lugar. ¿Pero cuánto tiempo se necesita? Porque yo aun sigo esperando que el tiempo ordene toda esta amalgama de sentimientos... Y lejos de poner mi cabeza en orden, cada dia es un pequeño nudo el que se une a toda esa maraña.
¿Por qué aun sigo igual después de tantos días? ¿Por qué sigues aquí sin estar? ¿Por qué eres tú sin ser..?
Y hoy es de esos días que sé con plena seguridad que no te irás de mi pensamiento. Lo sé. Y es inevitable. ¡Ayy, como odio a veces tener tan buena memoria!
Y vuelvo a pensar en el tiempo, y empiezo a preguntarme cuánto tiempo más necesitaré para que dejes de doler... Bendito dolor que aún hace que te sienta cerca, que me indica que sigues aquí, que aun estando lejos sigues conmigo.
Tal vez el tiempo sea relativo y que a ti te bastasen solo unos dias para borrarme de un plumazo. ¿Cómo sé hace eso? A mi el tiempo no me ayuda...
Tal vez, lo que si me haya enseñado todo este tiempo es a entender que no eres para mi. El tiempo me hizo conformista. No ayuda a olvidar pero si a entender mejor ciertas cosas, aunque también me haya servido para plantearme algunas preguntas que morirán en mís labios antes de ser formuladas, quizás ahogadas por un suspiro.
Y eso es lo que hago cuando sin querer me sorprendo a mí misma pensando en ti. Suspirar.
Pero hoy, la sorpresa sería si no te pensará ni un segundo. Hay dias y días...
Y ahora,  me encantaría acabar la entrada con un rotundo y rimbombante te quiero, pero tal vez el tiempo también me haya enseñado a ser prudente... Mejor callar que echarlo todo a rodar. Y es que, como dije antes, el tiempo es muy relativo, 730 son demasiados días sin verte, pero no son lo suficiente para olvidar.