Hacía tiempo que no escribía y hoy tuve la imperiosa necesidad de hacerlo... Llevo todo el día con una pregunta que ronda mi cabeza. ¿Hay que temerle al amor cual amigo traicionero? O por el contrario, ¿le debemos abrir las puertas de nuestro corazón de par en par?
Y es que, si nos ponemos a pensar, el amor tiene doble cara, como las lentejas. A veces nos muestra su cara dulce, invitándonos a acomodarlo plácidamente en nuestra vida. Nos muestra su lado más empalagoso, ese que incita a querer tenerlo cogido de la mano por los siglos de los siglos, amén.
Y luego, está el lado hipócrita, el que cubre con sonrisas las lágrimas, el que esconde el puñal tras la flor, algo así como ese "amigo traicionero" que cuando menos te lo esperas, no pierde la ocasión y te "la clava por la espalda"... Y la herida duele, y sangra y puede que tarde siglos en sanar, y cada vez que te roces la cicatriz sabrás exactamente en qué momento se produjo pero ya no dolerá.
Así de contrario es el amor, te da y te quita, te sube a los más alto o te arrastra por el suelo.
Y si el amor es como un amigo, que conocemos cualquier día, en cualquier lugar y que no sabes cuando y donde será, deberíamos ser más selectivos con nuestras amistades. Nunca creas que todos piensan como tú, que todos son buenos, pero tampoco pienses que toda aquella persona que te encuentres en este camino llamado vida te hará llorar y sufrir.
Confía, sin exceso. Teme, pero no demasiado. Quédate siempre alerta, pero no en pie de guerra.
Las cosas no tienen porque ser blanco o negro, pueden ser gris. Y algún día, estoy convencida de ello pues estoy viendo colores, llegará ese alguien que te dibuje un arco iris cada mañana sin necesidad de que haya llovido.
Trata al amor como a un amigo, dale lo que te dé, desvívete si se desvive y aléjate si es necesario. En este caso, no lo tomes como una derrota, sino como una forma digna y valiente de continuar tu camino por otro sendero.
Amor, amor, amor... ¿Qué escondes?
Sonríeme y caminaremos juntos; traicióname y te diré adiós mientras camino sola y con la cabeza bien alta.
Y es que, si nos ponemos a pensar, el amor tiene doble cara, como las lentejas. A veces nos muestra su cara dulce, invitándonos a acomodarlo plácidamente en nuestra vida. Nos muestra su lado más empalagoso, ese que incita a querer tenerlo cogido de la mano por los siglos de los siglos, amén.
Y luego, está el lado hipócrita, el que cubre con sonrisas las lágrimas, el que esconde el puñal tras la flor, algo así como ese "amigo traicionero" que cuando menos te lo esperas, no pierde la ocasión y te "la clava por la espalda"... Y la herida duele, y sangra y puede que tarde siglos en sanar, y cada vez que te roces la cicatriz sabrás exactamente en qué momento se produjo pero ya no dolerá.
Así de contrario es el amor, te da y te quita, te sube a los más alto o te arrastra por el suelo.
Y si el amor es como un amigo, que conocemos cualquier día, en cualquier lugar y que no sabes cuando y donde será, deberíamos ser más selectivos con nuestras amistades. Nunca creas que todos piensan como tú, que todos son buenos, pero tampoco pienses que toda aquella persona que te encuentres en este camino llamado vida te hará llorar y sufrir.
Confía, sin exceso. Teme, pero no demasiado. Quédate siempre alerta, pero no en pie de guerra.
Las cosas no tienen porque ser blanco o negro, pueden ser gris. Y algún día, estoy convencida de ello pues estoy viendo colores, llegará ese alguien que te dibuje un arco iris cada mañana sin necesidad de que haya llovido.
Trata al amor como a un amigo, dale lo que te dé, desvívete si se desvive y aléjate si es necesario. En este caso, no lo tomes como una derrota, sino como una forma digna y valiente de continuar tu camino por otro sendero.
Amor, amor, amor... ¿Qué escondes?
Sonríeme y caminaremos juntos; traicióname y te diré adiós mientras camino sola y con la cabeza bien alta.